martes, 11 de diciembre de 2012

La mitad más uno



          En Inglaterra se ha montado un buen pollo a cuenta de que las mujeres sean ordenadas o no como obispas de la Iglesia anglicana. Parece ser que los clérigos que cortan el bacalao en esa institución ya habían puesto a enfriar el champán y tenían apalabrada la fiesta de celebración cuando el voto en contra de los fieles de a pie les chafó el jolgorio.

            Cuando se quiere cambiar la doctrina por la mitad más uno de los votos, siempre habrá quien saque el espejo del evangelio para afear las máscaras del modernismo con los que quieren disfrazar la teología de la cruz con las modas de cada época. Cuando Cristo reunía a los discípulos, lo hacía para instruirlos y para que luego pudieran ir, de dos en dos, pateando los caminos y aspirando el polvo de las aldeas llevando intacto el depósito de la fe que les confió. No les pidió que, a mano alzada, votaran si el divorcio debería ser pecado, si se debía caer en la tentación con alegría y sin remordimiento, o si los bienaventurados en lugar de los pobres de espíritu y los limpios de corazón, debían ser los que promueven el aborto, los que matan por compasión o los que se forran con los negocios del sexo. Jesús daba el mensaje y no admitía componendas. Dejó dicho que los cielos y la tierra pasarían –tiempos y modas-, pero no sus palabras, el manual de instrucciones de obligado cumplimiento que debe cumplir a rajatabla cualquier cristiano con pedigrí.

            Una fe que no se toma a sí mismo en serie cuando se deja engatusar por el viento de los siglos y que flirtea una y otra vez con las voces que le gritan que se adapte al signo de los siglos, es una fe que no mana del evangelio. Las confesiones protestantes han ido aguando el caldo del cristianismo a base de rebajarlo con doctrinas heréticas hasta convertido en una aguachirle y una sopa boba que a nada sabe y nada alimenta al espíritu. Es una fe que ha dejado de ser vocacional para convertirse en funcionarial.

            La Iglesia católica es la que sigue remando en contra del viento, la que es abucheada, perseguida, ridiculizada por los mismos que se llaman abanderados del progreso. Ella nada puede cambiar de la esencia evangélica sin traicionar al cristianismo, porque es una simple depositaria del tesoro que le fue confiado. Los mandamientos no tienen fecha de caducidad, aunque muchos de ellos ya han sido abolidos por la autoridad terrena. Y mientras la Iglesia siga predicando lo mismo ahora que hace dos mil años, tendremos la seguridad de que, aunque no reciba el aplauso de la crítica y del público, tampoco habrá traicionado a Cristo.

2 comentarios:

  1. Cuando era más joven estaba completamente convencida de que la Iglesia era primitiva y retrograda, por temas como estos. ¿Quién me iba a decir a mi entonces lo equivocada que estaba?
    Es importante mantenerse en la verdad, solo de ese modo se puede alumbrar a los que andan a oscuras. Yo doy gracias a Dios por ello y eso que antes me parecía injusto. Hoy me alegro de ser mujer dentro de este Cuerpo de Cristo. Tengo el mejor puesto que nadie puede soñar, el más privilegiado y no necesito hacer cosas que no van con la condición con que Dios me ha pensado y me ha creado. Dios me ha dado un cuerpo donde crecen sus hijos a esta vida. Y me ha dado a María como ejemplo de mujer perfecta. Él eligió a la mujer para encarnarse ¿se puede aspirar a algo más grande? Que a intentar imitar lo que Dios vio en María para elegirla.
    Un abrazo.

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  2. Buenas tardes Hermano Saulo, mi saludito lleno de buenos deseos y un furte abrazo.

    Bendiciones y Feliz Navidad. :)

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